Trabajamos con máquinas convirtiendo problemas ambiguos en instrucciones precisas, que no siempre ejecutan lo que queremos hacer, independientemente de lo que decimos que ejecuten, se trata de la magia del determinismo.
Sin embargo, siempre al otro lado de la pantalla suele haber una figura que tiene un conjunto de emociones que van cambiando a cada minuto del día y que están relacionadas con lo que pasa en la pantalla y fuera de ella.
Una de las realidades a las que me he enfrentado a la hora de crecer profesionalmente, es que no solamente los problemas se van haciendo más complejos, sino que tienen un componente interpersonal cada vez mayor. “Podemos ignorarlo, pero no podemos ignorar las consecuencias de ignorarlo”, decía Ayn Rand.
En la serie de artículos que comienzo hoy hablaremos de algunas cosas que he ido aprendiendo en los últimos años respecto a la relación con nuestros compañeros, con nuestra profesión y con la imagen que tenemos de nosotros mismos. Cómo esos componentes interpersonales nos pueden ayudar a mejorar o nos pueden tirar hacia abajo.
Proyecto, trabajo e identidad
En el libro Atomic Habits, James Clear habla de cómo nuestra identidad (es decir, el quiénes somos) es la suma de los hábitos que tenemos, cómo define las acciones que realizamos y cómo este proceso va en las dos direcciones. Nuestra identidad se ve manipulada por nuestras acciones, es decir, podría decirse que somos lo que hacemos, pero ¿es eso cierto?
Con el paso de los años mi idea de quién soy ha ido cambiando y se ha ido adaptando a las nuevas realidades. Aparte del rol que tenemos de manera familiar y con los amigos, tomamos roles en el mundo laboral como miembros de un equipo y esas experiencias nos definen en ese entorno. Por otra parte, tenemos hobbies, aficiones, o creencias religiosas que constantemente influyen en la visión que tenemos del mundo, y de nosotros mismos.
¿Define entonces nuestro trabajo nuestra identidad? Define, tan solo, la parte de ella que permitamos. El resultado de nuestro trabajo puede reflejar cómo nos comportamos en un ambiente laboral, puede hablar de lo detallistas o creativos que seamos, en un momento dado y en un área, pero no es un indicador de toda nuestra vida y de cómo nos comportamos en otras áreas de esta.
Es especialmente importante tener en cuenta esta distinción, especialmente cuando, por las circunstancias que sean, no estamos en nuestro mejor momento en el entorno laboral. Son muchos los factores que pueden afectar a nuestra productividad, ya sea por presión, pérdida de motivación o de calidad en el trabajo. Podemos pensar, y de hecho me ha pasado a nivel personal, que la situación laboral se va a extender a otros entornos como son la familia, los amigos o la pareja.
En el año 2018, un año muy duro desde el punto de vista personal y familiar, escuché el libro Option B de Sheryl Landberg. En él hablaba del viaje de superación personal por el que pasaron ella y sus hijos al morir su marido, y mencionaba que las tragedias que se nos presentan en la vida parecen expandirse en tres dimensiones: personal, pervasive & permanent. Todo parece hecho a medida para nosotros, parece que va a afectar todas las áreas de nuestra vida y da la sensación de que no va a acabar nunca.
Estas tres dimensiones finalmente se pueden limitar. La mayor parte de nuestros problemas son comunes a otras personas que se encuentran en situaciones similares. Se pueden intentar contener en un área de nuestra vida y, por lo general, se superan con el tiempo.
Es por tanto por lo que, al pasar por un momento profesional duro, he aprendido (y sigo aprendiendo) a separar qué parte de mi identidad era el trabajo, que parte era el resto de mí, y centrarme en las otras áreas como la familia y los amigos (y apoyarme en ellos), así como ocupar la mente con otros proyectos, dando un espacio, lugar y tiempo específicos para resolver los problemas laborales.